La muerte es un tema que nos suele preocupar mucho a los adultos, nos inquieta y nos incomoda hablar de ella. El fallecimiento de un ser querido conlleva un duelo que, dependiendo de las circunstancias, momento, persona fallecida, … en ocasiones puede resultarnos complicado gestionar.
Generalmente, intentamos proteger a los menores de todo lo que tenga relación con la muerte, con el fin de evitarles dolor y sufrimiento. Es fundamental entender que ellos también se dan cuenta de las pérdidas y cambios en su entorno (por muy pequeños que sean); y necesitan entender y dar significado a la pérdida, puesto que ellos también tienen su proceso de duelo.
Es por esto por lo que es muy importante comunicarles adecuadamente el fallecimiento de un ser querido y acompañarles en su propio duelo. En la entrada de hoy os doy claves que os pueden ayudar a gestionar estos momentos tan delicados.
Contenidos de la entrada
Elegir bien qué persona da la noticia y cuándo
En la medida de lo posible hay que intentar que la persona que le comunique la noticia sea una de sus figuras de apego principales.
En los momentos difíciles los niños necesitan más que nunca la cercanía, cariño y apoyo de las personas que suelen tener más cerca y con las que tienen más confianza.
Además, es importante que se lo comuniquemos lo antes posible, en un sitio tranquilo, sin interferencias y hablarles con cariño.
Utilizar lenguaje claro, sencillo y adaptado a la edad
Dependiendo de la edad, los niños son capaces de entender o no la muerte y lo hacen de una forma diferente en cada etapa, según su capacidad cognitiva y emocional. Este aspecto es clave a la hora de saber qué contarles y hasta donde.
Para saber cómo contárselo es importante cuidar que el lenguaje que utilicemos sea claro y sencillo.
Sobre todo, cuando los niños son pequeños, entienden las cosas de forma literal por lo que hay que evitar utilizar metáforas, les suelen generar mucha confusión.
A partir de los 6 años debemos explicar que la muerte es universal e irreversible, nuestro cuerpo deja de funcionar y siempre hay una causa física. Tenemos que partir desde la muerte física, para que lo entiendan, y después ir a la parte espiritual (si es que creemos en ella). Y siempre siempre siempre… decir la verdad.
Decir SIEMPRE la verdad
En muchas ocasiones ni nosotros mismos sabemos qué pensar respecto a la muerte y qué pasa después de ella, ¡si es que pasa algo! Al intentar darles una explicación, muchas veces se suele caer en el error de inventarnos algo en lo que ni nosotros creemos porque pensamos que les puede reconfortar de algún modo.
Lo primero es que realmente ellos merecen saber la verdad de lo sucedido, como siempre digo, adaptándolo a su edad, capacidad cognitiva y emocional, para que pueda procesarla e integrarla adecuadamente.
Tenemos que tener en cuenta que si les intentamos dar una explicación en la que no creemos, tenderemos a que dicha explicación sea vaga, inconclusa, compleja y puede crearles más confusión que claridad.
Por otro lado, llegará un momento en el que tengan una mayor capacidad cognitiva. Eso les llevará a tener un mayor conocimiento sobre el tema y, por lo tanto, descubrirán la mentira, lo que podrá poner en tela de juicio su confianza en vosotros.
Por lo tanto, sea cual sea vuestra propia concepción de la muerte, es importante que se la transmitáis si creéis que os pueden llegar a entender o al menos de una forma que la puedan comprender, clara y sencilla. Y si no tenéis respuesta, es mejor que se lo reconozcáis directamente, ¡no podemos saberlo todo! y siempre es mejor ser sinceros con ellos.
Escucharles y dar espacio a preguntas
Es muy importante tener en cuenta que, si los niños no tienen respuestas o éstas son confusas, elaboran sus propias teorías, seguramente utilizando el recurso de la fantasía.
Hasta los 8 o 9 años les puede resultar más difícil el proceso de asimilación de la pérdida, ya que todavía no entienden por completo el concepto de la muerte. Por lo tanto, hasta estas edades hay que estar especialmente atentos a las verbalizaciones que puedan tener sobre la muerte o la persona fallecida, para poder clarificarles las ideas que puedan tener, puesto que van a tender a crearlas desde su fantasía y sus temores.
Darles su espacio para que puedan preguntarnos cualquier duda que tengan es una de las claves para poder ayudarles en su proceso de duelo. Esto nos permitirá por un lado asegurarnos de que han entendido bien la muerte y sus implicaciones y, por otro, podremos saber cómo se encuentran emocionalmente.
Compartir emociones: expresar las nuestras y permitir la expresión de las suyas
Es esencial que los niños puedan expresar libremente sus sentimientos sobre lo que ha ocurrido.
Es importante facilitar la expresión de sus emociones, darles su espacio, validarlas y hablar con ellos sobre ellas, evitando utilizar frases como: “hay que ser valientes”, “no llores que eres muy mayor”, … Es normal que tengan sentimientos de tristeza, rabia, miedo, … y necesitan tener la tranquilidad de que estamos ahí para escucharles, sostenerles y darles seguridad.
Si le cuesta expresarlo, siempre podemos animarle a que lo exprese a través del dibujo o hablarlo a través de cuentos y narrativas.
Así mismo, nosotros somos su mayor y mejor ejemplo. Si negamos u ocultamos lo que sentimos, seguramente que ellos nos copien y hagan lo mismo. Quizás se pueda pensar que así les protegemos, pero en realidad, les enseñamos que las emociones hay que taparlas y ellos no entenderán que nosotros estemos “bien” cuando una persona importante ha fallecido.
En este sentido, podemos aportarles un aprendizaje muy valioso y necesario si expresamos y compartimos nuestros propios sentimientos con ellos. Esto nos permitirá además sentirnos más cerca, nuestras emociones validarán las suyas y podremos favorecer conversaciones muy importantes para el proceso de duelo.
Rituales de despedida
En general, a partir de los 6 años, los niños pueden participar en los rituales de despedida (velatorio, funeral y entierro). Aunque es una decisión que debe tomar la familia, participar en los ritos les puede ayudar a sentirse incluidos en el sistema familiar, recibir apoyo y compañía. Además, puede ayudarles a que la despedida se concrete en un tiempo y un espacio.
Si decidimos que participen en los rituales, es importante explicarles qué se van a encontrar con antelación, prepararles para ello y deberán permanecer siempre acompañados por un adulto para que pueda responder a posibles preguntas que les surjan y darles sostén en esos momentos tan difíciles.
Si el niño o adolescente no quiere acudir debemos respetar su decisión y dejar la puerta abierta por si quisieran acudir más adelante al lugar donde está enterrada la persona fallecida.
También se pueden hacer rituales simbólicos de despedida, que puedan darles ese tiempo y espacio a la despedida, siempre y cuando no sean niños muy pequeños, para que puedan entender ese simbolismo y no les generen confusión.
Además, es importante transmitirles que, aunque la persona fallecida ya no esté físicamente con nosotros, siempre va a estar en nuestro corazón y en nuestros recuerdos.
¿Qué pasa ahora? Explicarles los cambios que se van a producir
Por último, algo que generalmente puede angustiar mucho a los niños cuando se produce un cambio importante, es no saber qué va a pasar a partir de ahora.
Cuando aparece un cambio, ellos necesitan que les tranquilicemos sobre la continuidad de sus vidas, para que se sientan seguros sin tener incertidumbre e intranquilidad respecto a su futuro y la de su entorno.
Además, si la muerte de un ser querido supone cambios en sus rutinas o hábitos, es esencial que les comuniquemos cómo va a ser a partir de ahora.
Espero que esta entrada en el blog al menos os pueda orientar en estas situaciones tan complicadas que desgraciadamente vivirán en un momento u otro.
Si queréis que me extienda más en alguno de los aspectos que he mencionado, como puede ser por ejemplo la concepción de la muerte en cada edad, dejádmelo en comentarios y lo desarrollo en próximas entradas en el blog 🙂